lunes, 16 de enero de 2012

Esos locos bajitos

Lunes, día de guardia de patio. Bajo por las escaleras sin mucha ilusión, pero no por la guardia en sí, si no por el frío. El día está nublado y amenaza con llover.

Observo a los niños jugar en el patio: unos juegan a fútbol, otros se dejan caer por el tobogán, algunos se esconden sonrientes, esperando a que el pobre compañero al que le ha tocado contar no les encuentre antes de llegar a "casa".

Observándolos pienso en una frase que escribió Marina ayer en la última entrada: Cuando toda tu vida lo único que importaba era el resultado es ahora complicado no estresarte al ver que el camino hacia el resultado cada vez está más borroso o difuminado.

Qué razón tiene. Somos viajeros del tiempo ansiosos de "llegar a...", "tener...", "conseguir..." aunque sea a costa de esos preciosos instantes en los que podemos disfrutar del simple y mero hecho de respirar, de sentir el frío y saber que estás vivo. Vuelvo mi cabeza hacia unos niños que intentan arrebatarle el esférico a otro compañero y recuerdo cierta frase que me vino a la cabeza hace un tiempo estamos generando niños productivos, no creativos. Ciertamente es así: realizar ejercicios para acabar ya un libro, hacer un dibujo o manualidad porque hay que complacer a los padres... Hacer por hacer. En ese instante se me antoja pensar que el futuro nunca llega, pues el ser humano siempre quiere más de lo que tiene. Tan sólo existe el presente continuo, menos valorado que el anterior, ya que los presentes no nos dan aquello que esperamos de los futuribles.

La realidad, bajo mi punto de vista, es que tan sólo existe el presente continuo y de él hay que aprovechar cada momento para hacer del siguiente algo mejor. Ese presente continuo lleno de eslavones que se engarzan poco a poco hasta crear la cadena de nuestra vida. Depende de nosotros cómo sea esa cadena.

¿Acabar un libro para empezar otro inmediatamente que habrá que acabarlo sí o sí disfruten o no los niños? ¿Hacer una manualidad para los padres sí o sí aunque los niños no se enteren de la esencia de lo que hacen? Eso en algunos países está considerado explotación infantil.

Volviendo a la realidad del patio al mismo tiempo que el toque de campana respiro contenta y aliviada porque por mucho que los adultos queramos generar alumnos productivos ellos nunca dejarán de ser niños. Los niños están más allá de las ambiciones de los adultos; ellos y su mundo están por encima de eso y de momento, por suerte, no se puede cambiar.


.

sábado, 14 de enero de 2012

Me encantan los martes. Desde hace unos meses relaciono el martes con la sorpresa y con cierta maletilla que todos miramos, directa o indirectamente y si no está comenzamos a buscarla con los ojos. Alguno, más atrevido, pregunta por ella con curiosidad adivinando los pensamientos del resto del grupo.

El martes se ha ido convirtiendo también poco a poco en el día de la inspiración, donde cada voz tiene una importancia diferente. Como un hermoso arco iris de múltiples colores, cada una de aquellas voces va dibujando sus opiniones e ideas en el lienzo del aire, creando un nuevo pensamiento, un nuevo matiz en el que seguramente hasta entonces no habíamos pensado.

Este martes en concreto ha sido muy curioso. Hemos trabajado con diferentes términos como el de creatividad generadora pero el que seguramente me ha dejado más pensativa ha sido el concepto de proceso. "Lo importante no es el resultado, si no el proceso" fue la frase que me dejó pensativa. Proceso... Una palabra que mientras la pronuncias está actuando en el tiempo y en el espacio, poco a poco, casi de forma sigilosa. Procesar... todo el día procesamos, de un modo u otro, consciente o inconscientemente, información, imágenes, acciones...

El término me recuerda a los alfareros tradicionales, con su torno de barro, moldeando delicadamente la pieza que tienen delante de ellos. Con las manos van procesando el material, dándole vida, mientras la rueda del tiempo gira y gira para que aquello se haga realidad, escuchando en silencio los secretos que guarda la pieza y descubriéndolos ante los ojos de los demás simples mortales.

Los educadores nos asemejamos a los alfareros en la delicadeza del trabajo bien hecho. La delicadeza de escuchar a los niños y apreciar todo aquello que dicen y que observan, redescubrir el mundo a través de ellos, entender porqué actúan de una manera u otra... A mi modo de ver la respuesta está en los artesanos, en convertir nuestro trabajo en una artesanía, en arte y hacer de cada día un lienzo nuevo, una nueva melodía, un nuevo relato. Arte.