miércoles, 21 de diciembre de 2011

Creatividad

Creatividad, palabra que asusta y da miedo, y con razón. Ha sido una prostituta a la que han paseado de aquí para allá y sin cobrar, como si de una muñeca hinchable se tratara.

Hoy día parece ser que sobre todo la creatividad es prostituida por unos pocos que se llaman a sí mismos artistas o bohemios. Esos que aparecen por los medios de comunicación y que supuestamente tienen a las musas de invitadas incondicionales en sus casas (otras prostituídas).

¿Y donde se produce la prostitución? Como no, en los prostíbulos tal como las editoriales, las casas de subastas, las salas de concierto donde una entrada "barata" no baja de los cuarenta o cincuenta euros.

En cambio creo recordar que un tal Vincent van Gogh en toda su vida sólo vendió uno de esos cuadros que hoy día se han convertido en prostitutas de alto standing. O bien Mozart, que murió en la miseria. Me imagino a Young, apartado del mundanal ruido, escribiendo su libro rojo, ese libro no editado por la familia. Puedo imaginarme con qué delicadeza lo escribía.

La CREATIVIDAD no tiene nombre ni nacionalidad, ni religión, ni la pueden acaparar aquellos que tienen dinero. Ella no se deja comprar. Pasa por delante, susurra, se ríe de nosotros y, cuando cree necesario, se marcha, dándole igual si la necesitas o no. La creatividad necesita de tiempo, necesita que le hagamos caso y que la construyamos poquito a poco, con cariño y delicadeza, como si de una pequeña flor se tratara. La creatividad se encuentra en la más oscura soledad del ser humano, en el rincón más hostil, en las palabras más crueles.

Puede que haya quien la intente comprar, pero me gustaría decirles a todos ellos que lo único que compran es la apariencia de la creatividad, comercian con el concepto de creatividad, lo que se considera creativo o no en un preciso instante. Pero cuando las musas no te susurran, cuando se cansan del buen vino y los buenos aposentos, cuando realmente compras la atención de uno o dos días, aquello muere, como muere un campo quemado y deshecho por las cenizas. La eternidad del recuerdo sólo es para aquellos que, con una pequeña luz, en un pequeño rincón, sin tener nada más que a ellos mismos, son capaces de seguir defendiendo la creatividad como un concepto de libertad de expresión, haciendo estallar su propio ser en pedazos y volviéndolo a recomponer; para aquellos que sin tener nada lo dan todo como si del último instante de su vida se tratara.

Así pues, siento y pienso que aquellos que prostituyen el concepto de creatividad tan sólo consiguen un reflejo de la apariencia. Es pura y burda apariencia de la apariencia y eso tan sólo merece el menosprecio y la burla de aquellos que tienen la suerte de conocer la esencia de las cosas.



Dedicado a mi musa

domingo, 18 de diciembre de 2011

La apariencia sobre la apariencia

Platón afirmaba que lo que creemos realidad es apariencia. Vivimos en un mundo que tan sólo es un reflejo, un espejismo.

En la sociedad de hoy día hemos llegado a trascender esta apariencia. Ya no vivimos en ella, ahora vivimos en la apariencia de la apariencia.

Compramos relojes, joyas, vestidos, casas, coches... Intentando así aparentar un tipo de persona determinado, haciendo del sueño de la vida algo que aspire a ser eterno.

En cambio el tiempo juega en nuestra contra ya que la vida es fugaz. Me pregunto porqué a veces es tan complejo reflexionar sobre ello. Supongo que es mejor así y seguir la rutina una y otra vez, dejando pasar los días, meses y años sin tener que plantearnos nuestra caducidad.

Particularmente considero que debería poder hablarse de la muerte como algo natural. Eso sí, cuestionarla supone replantearse otras preguntas.

En estas dos semanas en que mis dedos se han separado de las teclas momentáneamente me he preguntado muchas cosas: si hay vida después de la muerte, si no la hay, si hay otras vidas y si realmente, partiendo de cada uno de estos puntos, podía decir a día de hoy si estaba haciendo todo lo posible para llegar a la senectud con la tranquilidad de haber hecho todo lo posible por evolucionar como ser humano y por ayudar a los demás.

Seguramente habrá quien no esté de acuerdo en exponer estas preguntas, pero puedo afirmar que ello me ha ayudado a valorar cada uno de los instantes, de los minutos, de los segundos de una forma más relajada y apasionada. Disfrutar de todo aquello que tengo a mi alrededor que es realmente importante y fundamental: la naturaleza, los seres queridos, la tierra, el mundo como mundo. Te das cuenta de lo poco que necesitas para ser feliz, para amar, para sentirte realizado.

Si las personas fuéramos conscientes de esto entonces realmente se produciría una verdadera revolución porque nos daríamos cuenta que podemos movernos por nosotros mismos, sin necesidad de etiquetas o códigos de barras, sin necesidad de depender de un tipo de gobierno u otro, sin necesidad de tener que controlar lo que nos rodea, creando, dando vida con nuestras manos a plantas y animales.

A mi modo de ver la eternidad es lo más parecido al sentimiento que produce la sensación de estar vivo al margen de la sociedad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Los sueños como arte

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,


Escribía Calderón de la Barca. Me imagino a Calderón delante de su escritorio, componiendo un cuadro con su pluma. Escenarios, paisajes, personajes...


y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.

Las palabras fluyen como agua que pasea por un río. Está inspirado, las musas le han otorgado el honor de tocarle con la punta de sus dedos y él las corteja dulcemente.


¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,


Calderón bebe de la copa que tiene en la mesa, rememorando días pasados y moja la pluma en la tinta. Se queda pensativo y escribe


una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño...


Está a punto de acabar el poema. Vuelve a mojar la pluma y la posa en el pergamino. Los ojos le brillan esperando el momento de acabar la poesía. Se sonríe, sabedor de su talento. Mas al ir a escribir el último verso se queda en blanco.

Observa a su alrededor y se da cuenta que las musas, riéndose de él, le han abandonado. Llama a Calíope desesperadamente y se da cuenta de su orgullo. Las busca, las exonera, pero ellas no aparecen. Se agota, cae dormido, decepcionado de sí mismo.

Busca en sus mundos oníricos las respuestas a sus preguntas. En él encuentra a Basilio y Clotaldo que le saludan; a Clarín, sentado en una roca; a Rosaura y a Astolfo. Por último encuentra a Basilio. Éste le observa y, acercándose a él, le susurra al oído. Calderón asiente con la cabeza y le sonríe agradecido. Poco a poco despierta. Es de madrugada y está amaneciendo. Observa su pluma entre sus dedos entumecidos y sujetándola con fuerza escribe

que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Relativizando al Sr Mutt

El término relativizar ha ido apareciendo delicadamente a lo largo de toda la semana, asomando tímidamente en diferentes contextos.

Relativizar... Es un término que me rememora a una balanza. Un plato pesa más que otro, pero poco a poco quitamos peso y observamos cómo va subiendo ligeramente hasta ponerse a la altura del segundo plato, incluso superarle.


Ese es mi concepto de la relatividad: hoy observas la vida con tristeza y al día siguiente la admiras. Curiosa capacidad del ser humano de dar o quitarle valor a un elemento más o menos externo a nosotros.

Observar una obra de arte conlleva utilizar unos ojos u otros, dependiendo de nuestro bagaje cultural y nuestra capacidad de relativizar los elementos que hemos aprendido. Esta premisa es más que conocida, no estamos descubriendo nada nuevo.

Pero me gustaría dar un paso más allá ¿Y si poco a poco nos "desprendiéramos" de alguna manera de nuestro bagaje cultural para admirar un elemento determinado con los ojos de la curiosidad que un niño todavía posee y disfruta?

Observo la siguiente obra de arte.




Supongamos que no sé el nombre del autor, ni siquiera de la obra. La primera impresión que tengo es que un tanto extravangante, pero poco a poco voy centrando mi atención en la obra en sí, quitando las diferentes capas de las que me ha ido envolviendo el propio conocimiento y que me tienen atrapado, sin poder sentir y admirar obras que no pertenezcan a mi entorno cultural.

Retiro la capa del estilo más puramente clásico. Después, retiro la capa del prejuicio... Intento conseguir ver la obra como si fuera la primera que admiro en mi vida y poco a poco mi estupor inicial se va convirtiendo en curiosidad ¿Quién es el autor de esta obra? ¿Porqué decidió plantar una "cosa" semejante en un museo? ¿De qué época es? ¿Qué repercusiones tuvo en su momento?

Curiosamente, a medida que vas realizando este ejercicio con obras de diferentes culturas vas desprendiéndote, en mayor o menor medida, de la reacción inicial de rechazo que muchas veces te puede provocar observar por primera vez un acto religioso, una escultura, una pintura, etc.

Cabe destacar que, como seres humanos que somos, el hecho de saber observar cualquier acción o elemento desde el punto de vista de otros te permite relativizar tus propias emociones y poco a poco vas desprendiéndote también de aquellas capas que, como sociedad, se nos han ido incrustando en la piel, a modo de caparazón. Esas son las más complejas de disolver. A medida que abres tu mente te das cuenta que aquel problema que inundaba tu pensamiento no es más que un elemento externo a ti; te das cuenta de que la sociedad de la velocidad no tiene porque implicarte y que puedes permanecer tan sólo como mero observador, saboreando la vida en sí; te das cuenta que, como ser humano, no necesitas barreras emocionales, permitiendo que aquello que tenemos en nuestro interior pueda surgir con toda su fuerza.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Arriesgarse

Estás en un cruce y ves dos caminos: uno de ellos es el que has comenzado hace relativamente poco y lo consideras muy interesante; el otro de los dos caminos, es una senda sinuosa que promete llevarte a otros lugares que pueden ser, más que interesantes, necesarios. Pasión y necesidad son dos cosas que a veces entran en conflicto y pocas veces se dan la mano.


Hay momentos en que la pasión se funde con la necesidad; es la esencia del ser humano confundir los elementos, mezclarlos, hundirse con ellos y resucitar al tercer día. Sin este proceso no sabríamos vivir. La confrontación dentro de nuestro espíritu es necesaria para crecer, aunque no sea fácil convivir con los conflictos personales.


La confusión llega a tal punto que tu mente se disocia de tu espíritu, eligiendo rápida y precipitadamente. No te das cuenta, tan sólo aquellos a los que la vida les ha hecho suficientemente sabios son capaces de ver más allá de tus pensamientos.

Cuando estás a punto de decidir el rumbo que creías mejor, sientes un pinchazo, como una especie de alarma. Intuyes que algo no está bien, intuyes cuál es el verdadero camino a elegir, pero todavía no quieres verlo.

Vuelves a sentir aquella sensación de desazón. Ya no es casualidad, ahora sí que sabes que por mucho que quieras, tu camino es otro.

Cierras los ojos y decides dar un salto de fe. A veces este salto a la intuición proviene de un elemento cercano a ti, una persona o una noticia; una mirada, el aliento de la persona amada o simplemente cerrar los ojos para sentir el vértigo que produce no saber qué te depara el camino elegido.


Lo único que sabes es que esa sensación, esa intuición, es la positiva, es la buena. Ahora estás seguro de lo que quieres. Desde lo más profundo de tu propia esencia ves el camino claramente, sin necesidad de realizar ningún tipo de prueba.

Así es como de repente te desbloqueas y la energía vuelve a fluir. Notas la energía emanar y cómo invade todo tu cuerpo. Son pequeñas chispas que se unen formando una gran luz de energía, que cubren todo tu ser y te da fuerzas para continuar. Continuar contra viento y marea; continuar porque sí, sin necesitar explicaciones; continuar por amor, enamorarse de lo que creamos e inventamos y sentirlo con todo nuestro ser, hasta estallar en mil fragmentos fundiéndonos con el universo, para luego, como el ave Fénix, volver a renacer.


A eso se le llama vivir.

Tocar la música con los dedos







Ayer en clase hablamos, entre otros conceptos, de la belleza. ¿Qué es la belleza? Cada uno tiene un concepto propio sobre ella. Hay personas que la ven en cualquier rincón, cual musa queriendo ser partícipe de su imaginación; otras personas acotan más el campo de visión, siendo más exigentes.

Personalmente la belleza la he visto siempre ligada a la música desde que empecé con ella. El hecho de que sea tan etérea y temporal la hace mucho más mágica. Es como un amante esquivo y has de saber aprovechar los momentos donde Terpsícore decide hacer acto de presencia.

Cuando empecé con la música visualizaba cada nota con un color: el do se me antojaba gris, el re de color rojo, el mi, amarillo, el fa lo imaginaba verde... Me divertía y me entretenía la gama de colores que veía al sonar una nota. Para mí eso era belleza.

Con el tiempo, como cualquier pintor, pasé de los colores planos a las formas redondeadas. Con las fugas de Bach observaba el volumen, porque la música también tiene volumen.

Los preludios de Bach podían hacerme apreciar la utilización del rojo y el negro, destacando aquello que era relevante a modo de Caravaggio.


Con la música clásica podía observar la forma, como la venus de Milo. Una forma delicada y sobria.



Escuchando según qué obras de Debussy podía visualizar los nenúfares de Monet.


Para apreciar la belleza de una obra musical no sólo hay que escucharla. Hay que observarla y no me refiero a la partitura si no al devenir de la propia obra, saborearla y apreciarla con todos los sentidos, desconectar de toda realidad para sumergirse en un mundo basado en la intuición, donde podemos dar luz a nuestros sentidos y nuestra creatividad. Eso es la belleza a mi modo de ver.