lunes, 15 de octubre de 2012

¿Qué es el arte?

¿Qué es el arte? Así comenzaba el máster el año pasado, con ese enigma. Así comencé este blog hace escasamente doce meses. En mi segundo recorrido por las diferentes estancias que rodean mi mente, esta pregunta se repite una y otra vez de diferentes maneras, con diferentes formas.

¿Qué es el arte? Susurro en voz baja, para que nadie me escuche. Arte, palabra que se dilata y se contrae, a capricho, según el pensante.

¿Qué es el arte? Puede que debiera entender bien la pregunta antes de iniciar mi propio camino. Pero ¿Hay camino? ¿O como el poema, simplemente se hace camino al andar? Miro a lo lejos, intentando distinguirlo, pero tan sólo observo el infinito bajo un sol dorado. Tan sólo puedo ver el campo floreciendo y floreciendo, ideas, ilusiones... un pétalo, una musa.

Quizá sea el momento de recoger todo aquello que el año pasado sembramos. Pero tan dura es la siembra como la cosecha: cosechar no significa recoger, sin más. Más bien, significa recapacitar, meditar y expiar todo aquello que hemos realizado anteriormente. Cosechar es comulgar con nosotros mismos, arrancando de las entrañas nuestro propio ser para observarlo desde fuera y eso, puede ser agradable... o no.

Así, pues, ¿Qué es el arte? Vuelve la pregunta una y otra vez a mi mente, cayendo como por obra y arte de magia en la misma casilla que hace un año, observando mis propias palabras, escudriñándolas como si fueran un desconocido atrapado en un espejo, intentando entender ese punto de mi mente donde tan sólo escucho mi voy repetir la misma pregunta una y otra vez. Ese es el punto exacto donde se abre el abismo...



Buen comienzo de curso

martes, 21 de febrero de 2012

Inteligencia Generadora

En una de las últimas clases con Silvia hablamos de la Inteligencia Generadora. Me pareció un concepto interesante: la inteligencia como una fuente de la que surgían ideas, pensamientos, sentimientos. Me acuerdo bien porque dibujé una de esas fuentes del mapa conceptual.

El texto en el que nos basábamos era un capítulo de La educación del talento, de Marina y la verdad es que me gustó desde el primer momento. Pero, como todo buen relato, hubo una parte del texto que quedó en suspenso, en el aire. Era el quinto ejemplo sobre las I.G. Silvia decidió reservarlo para otro momento.

Cuando estaba buscando el documento creí que encontraría alguna cosa reveladora, algo que me abriría los ojos sobre alguna cosa que no he tenido en cuenta. Eso ha sido la tónica-dominante a lo largo del primer trimestre, ya que me he encontrado con muchos espejos que me han permitido ver mi realidad y la de los demás desde diferentes ángulos.

Lo que no me esperaba era leer lo que en un principio consideré una broma algo pesada. El título del último ejemplo se titula así Quinto ejemplo: enfermedades mentales. Al leer el título imaginé que el hecho de cultivar la I.G. ayudaba de algún modo a encauzar según qué enfermedades mentales. Nada más lejos de mi realidad.

Su IG [la del paciente con TOC] funciona mal y produce ocurrencias dañinas. Está preso de su generador de ideas.

Mi cara, en ese preciso instante, empezó a tener la forma de un cuadro picassiano. Se me antoja imaginar a una persona con TOC como un ordenador que ha entrado en un bucle y no puede ver más allá de aquella obsesión.

Empecé a pensar y pensar, intentando encontrarle un significado a aquel parágrafo que, sin ser muy extenso, era muy denso en contenido. Como parecía que había entrado en un bucle personal decidí consultar con una persona que sí tiene TOC y que conoce a personas dentro del mundo artístico con esta pequeña dificultad.

Le pregunté si el hecho de tener TOC le había impedido ser creativa o si bien todo lo contrario a lo que me contestó que ni le había ayudado ni le había dejado de ayudar pero que estaba claro que el TOC no le había impedido ni a ella ni a otros que conocía, desarrollar su pasión por el arte. Es decir, que tener TOC no les perjudicaba necesariamente a la hora de ser ellos mismos como artistas.

Puede que esté malinterpretando lo que Marina quería decir y que realmente fuera otra cosa pero claro, si observo la historia también hay muchos grandes artistas con TOC u otros problemas que en principio deberían haber impedido que pudieran crear: David Helfgott (Shine) padece de ansiedad aguda y neurosis y no por ello ha dejado de ser un excelente pianista. Aunque el caso que más me conmueve es el caso de Munch. Hombre depresivo donde los haya, con un pasado bastante terrible, creaba cositas como esta.


Cuando el doctor Daniel Jacobson le curó de sus obsesiones Munch se dedicó a pintar escenas de la vida cotidiana y, aunque evidentemente no voy a anteponer la salud al arte, su mágico trazo desapareció.

Así pues, puedo pensar que Marina, en su texto, quiso decir algo así como que las personas que sufren transtornos, que están presos de su generador de ideas, producen un arte distorsionado, irreal, debido a que esos transtornos impiden el correcto funcionamiento de la Inteligencia Generadora. Por poner un ejemplo, es como si una lavadora se hubiera quedado encallada en un programa determinado y tan sólo pudiera funcionar con ese programa, destrozando la ropa con cualquier otro.

La idea es interesante en sí: la creatividad se queda atrapada en aquella o aquellas obsesiones que la Inteligencia Generadora crea, generando un arte que, por decirlo de algún modo, va contra natura, generando un arte negativo que no existiría de no ser por un trastorno. Esto impide desarrollar otro tipo de arte más positivo o natural debido a que la Inteligencia Generadora no funciona correctamente.

El problema que veo desde mi punto de vista es que, por muy distorsionada que estuviera la Inteligencia Generadora de Munch, por mucho que su arte fuera fruto de una distorsión de su I.G., miro El grito y no dejo de admirarlo y considerarlo una de las grandes obras de arte de nuestra historia. Por ello, a pesar de entender qué era lo que Marina quería expresar, no puedo estar más en desacuerdo.

lunes, 16 de enero de 2012

Esos locos bajitos

Lunes, día de guardia de patio. Bajo por las escaleras sin mucha ilusión, pero no por la guardia en sí, si no por el frío. El día está nublado y amenaza con llover.

Observo a los niños jugar en el patio: unos juegan a fútbol, otros se dejan caer por el tobogán, algunos se esconden sonrientes, esperando a que el pobre compañero al que le ha tocado contar no les encuentre antes de llegar a "casa".

Observándolos pienso en una frase que escribió Marina ayer en la última entrada: Cuando toda tu vida lo único que importaba era el resultado es ahora complicado no estresarte al ver que el camino hacia el resultado cada vez está más borroso o difuminado.

Qué razón tiene. Somos viajeros del tiempo ansiosos de "llegar a...", "tener...", "conseguir..." aunque sea a costa de esos preciosos instantes en los que podemos disfrutar del simple y mero hecho de respirar, de sentir el frío y saber que estás vivo. Vuelvo mi cabeza hacia unos niños que intentan arrebatarle el esférico a otro compañero y recuerdo cierta frase que me vino a la cabeza hace un tiempo estamos generando niños productivos, no creativos. Ciertamente es así: realizar ejercicios para acabar ya un libro, hacer un dibujo o manualidad porque hay que complacer a los padres... Hacer por hacer. En ese instante se me antoja pensar que el futuro nunca llega, pues el ser humano siempre quiere más de lo que tiene. Tan sólo existe el presente continuo, menos valorado que el anterior, ya que los presentes no nos dan aquello que esperamos de los futuribles.

La realidad, bajo mi punto de vista, es que tan sólo existe el presente continuo y de él hay que aprovechar cada momento para hacer del siguiente algo mejor. Ese presente continuo lleno de eslavones que se engarzan poco a poco hasta crear la cadena de nuestra vida. Depende de nosotros cómo sea esa cadena.

¿Acabar un libro para empezar otro inmediatamente que habrá que acabarlo sí o sí disfruten o no los niños? ¿Hacer una manualidad para los padres sí o sí aunque los niños no se enteren de la esencia de lo que hacen? Eso en algunos países está considerado explotación infantil.

Volviendo a la realidad del patio al mismo tiempo que el toque de campana respiro contenta y aliviada porque por mucho que los adultos queramos generar alumnos productivos ellos nunca dejarán de ser niños. Los niños están más allá de las ambiciones de los adultos; ellos y su mundo están por encima de eso y de momento, por suerte, no se puede cambiar.


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sábado, 14 de enero de 2012

Me encantan los martes. Desde hace unos meses relaciono el martes con la sorpresa y con cierta maletilla que todos miramos, directa o indirectamente y si no está comenzamos a buscarla con los ojos. Alguno, más atrevido, pregunta por ella con curiosidad adivinando los pensamientos del resto del grupo.

El martes se ha ido convirtiendo también poco a poco en el día de la inspiración, donde cada voz tiene una importancia diferente. Como un hermoso arco iris de múltiples colores, cada una de aquellas voces va dibujando sus opiniones e ideas en el lienzo del aire, creando un nuevo pensamiento, un nuevo matiz en el que seguramente hasta entonces no habíamos pensado.

Este martes en concreto ha sido muy curioso. Hemos trabajado con diferentes términos como el de creatividad generadora pero el que seguramente me ha dejado más pensativa ha sido el concepto de proceso. "Lo importante no es el resultado, si no el proceso" fue la frase que me dejó pensativa. Proceso... Una palabra que mientras la pronuncias está actuando en el tiempo y en el espacio, poco a poco, casi de forma sigilosa. Procesar... todo el día procesamos, de un modo u otro, consciente o inconscientemente, información, imágenes, acciones...

El término me recuerda a los alfareros tradicionales, con su torno de barro, moldeando delicadamente la pieza que tienen delante de ellos. Con las manos van procesando el material, dándole vida, mientras la rueda del tiempo gira y gira para que aquello se haga realidad, escuchando en silencio los secretos que guarda la pieza y descubriéndolos ante los ojos de los demás simples mortales.

Los educadores nos asemejamos a los alfareros en la delicadeza del trabajo bien hecho. La delicadeza de escuchar a los niños y apreciar todo aquello que dicen y que observan, redescubrir el mundo a través de ellos, entender porqué actúan de una manera u otra... A mi modo de ver la respuesta está en los artesanos, en convertir nuestro trabajo en una artesanía, en arte y hacer de cada día un lienzo nuevo, una nueva melodía, un nuevo relato. Arte.