sábado, 19 de noviembre de 2011

De los símbolos o códigos



¿Construimos nuestros propios símbolos? En cierta medida supongo que sí: un gesto mío puede no significar lo mismo en otro ser. Sí, estoy de acuerdo en que cada uno siembra sus propios códigos... O no, no estoy de acuerdo, no olvidemos que nuestros símbolos devienen de una determinada cultura y eso hace mucha pupa. El bagaje cultural que nos imponen, seamos de aquí o no, es como una especie de fardo y nosotros somos lo mulos que debemos cargar con ellos, con la obligación de transmitirlos.
Situémonos en nuestro mundo occidental. Un padre regaña a un niño, le exige que le mire a la cara. En ciertas zonas de África el niño, ante una situación semejante, agacha la cabeza. ¿Códigos? ¿Símbolos? Los utilizamos para comunicarnos con otras personas porque es la única forma que hemos encontrado para enjaular nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. Y ahí está la trampa: ¿Acaso los códigos o los símbolos no mienten? ¿Acaso sirven realmente para una comunicación sincera, que nos acerque más a nuestros semejantes? Tan sólo son vox vacui, vacías.
Queremos hablar sinceramente, mirando a los ojos, con calidez y cariño. Romper las barreras emocionales y mentales para crear una sociedad realmente plural, sin hipocresías, desnudando el alma sin miedos y siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad, pero al mismo tiempo no estamos dispuestos a romper el candado de las cadenas que atan nuestra conciencia.

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