martes, 8 de noviembre de 2011

¿?


Para emancipar a otros hay que estar uno mismo emancipado. Hay que conocerse a uno mismo como viajero del espíritu, semejante a todos los demás viajeros, como sujeto intelectual partícipe de la potencia común de los seres intelectuales.


El maestro ignorante
Jacques Rancière


¿Somos instructores o emancipadores? ¿Nos educaron de cara a ser maestros emancipadores? En caso negativo... ¿Podemos modificar nuestra metodología? ¿Hasta qué punto?

Según Jacques Rancière el problema de la ignorancia no es que no seamos suficientemente inteligentes si no que seamos tan perezosos como para no salir de ella. Así pues, siguiendo el hilo del autor, deberíamos poder modificar nuestra visión respecto a la educación. Pero ¿Basta con la voluntad realmente? ¿Necesitaríamos otro elemento?

Jacques Rancière no habla de la curiosidad. Mis hormigas observan ambos conceptos: voluntad y curiosidad. Hablan entre ellas y me susurran al oído. Como docente, desarrollar la curiosidad en los alumnos es similar a hacer magia. El mago es capaz de explicar cualquier cosa, incluso gesticulando simplemente, que los alumnos seguirán la explicación como si estuvieran hipnotizados. Cuando se producen estos momentos tan mágicos, si prestamos atención, nos daremos cuenta que se está gestando la luz de la curiosidad, que bien gestionada acompañará toda la vida al alumno.

La curiosidad nos lleva directamente a la creatividad, a la exploración, a no temer nunca más a la hoja en blanco, a apreciar las cosas más sencillas, un detalle, un pequeño regalo, una sonrisa, imaginar que todo es posible, confiar, ilusionarse por aquello que hay que hacer, realizar las cosas lo mejor posible, ver el mismo árbol diferente, encontrar novedades en lo cotidiano, encontrar nuevo lo viejo, valorar cada momento, sorprender y dejarse sorprender, dibujar mientras escribes, abrir con ilusión una caja aunque esté vacía.

Después de hablar de la curiosidad, mis hormigas observan de reojo la voluntad. No se acaban de fiar y se apartan cautelosas. Observo junto a ellas el término de forma aislada, como si de una muestra se tratara, al microscopio y me pregunto cómo puede cultivarse la voluntad. ¿Es lo mismo voluntad que disciplina? Si queremos desarrollar la voluntad podemos caer en el craso error de confundirla con la instrucción y alejarnos del concepto de emancipador.

¿La solución es crear disciplina para tener voluntad? ¿Hay que fomentar la curiosidad para llegar a ella? ¿La voluntad es intrínseca o extrínseca? ¿Moldeamos a los alumnos engañándonos a nosotros mismos respecto a nuestro trabajo? ¿Cuando pedimos silencio instruimos? ¿Es necesario o bien no tenemos a las musas de nuestro lado para cautivar a los alumnos con el don del gesto, de la palabra, de la mirada?


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