domingo, 4 de diciembre de 2011

Los sueños como arte

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,


Escribía Calderón de la Barca. Me imagino a Calderón delante de su escritorio, componiendo un cuadro con su pluma. Escenarios, paisajes, personajes...


y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.

Las palabras fluyen como agua que pasea por un río. Está inspirado, las musas le han otorgado el honor de tocarle con la punta de sus dedos y él las corteja dulcemente.


¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,


Calderón bebe de la copa que tiene en la mesa, rememorando días pasados y moja la pluma en la tinta. Se queda pensativo y escribe


una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño...


Está a punto de acabar el poema. Vuelve a mojar la pluma y la posa en el pergamino. Los ojos le brillan esperando el momento de acabar la poesía. Se sonríe, sabedor de su talento. Mas al ir a escribir el último verso se queda en blanco.

Observa a su alrededor y se da cuenta que las musas, riéndose de él, le han abandonado. Llama a Calíope desesperadamente y se da cuenta de su orgullo. Las busca, las exonera, pero ellas no aparecen. Se agota, cae dormido, decepcionado de sí mismo.

Busca en sus mundos oníricos las respuestas a sus preguntas. En él encuentra a Basilio y Clotaldo que le saludan; a Clarín, sentado en una roca; a Rosaura y a Astolfo. Por último encuentra a Basilio. Éste le observa y, acercándose a él, le susurra al oído. Calderón asiente con la cabeza y le sonríe agradecido. Poco a poco despierta. Es de madrugada y está amaneciendo. Observa su pluma entre sus dedos entumecidos y sujetándola con fuerza escribe

que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

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