jueves, 20 de octubre de 2011

El cordero del Principito

Y le espeté:

- Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro.

Pero me sorprendí mucho al ver que se iluminaba el rostro de mi joven juez:

- ¡Es exactamente así que lo quería ! ¿Crees que este cordero necesite mucha hierba ?

- ¿Por qué ?

- Porque en casa es todo pequeño...

- Seguramente le alcanzará. Te di un cordero bien pequeño.

Inclinó la cabeza hacia el dibujo:

- No tan pequeño... ¡Mira! Se durmió...

Y fue así como conocí al principito.



¿Qué hubierais dibujado vosotros? ¿La caja o el cordero?

Uno de los factores más importantes, tanto dentro de la docencia como en el arte, es la imaginación. Esta semana ha surgido este concepto en el aula, con los compañeros, y hoy ha sido uno de esos días en los que, como si de una señal se tratara, se ha hecho aún más patente.

Todo empezó en el patio, cuando dos alumnos de primero de primaria se acercaron muy serios y me dijeron que sabían hacer desaparecer su casa diciendo abra cadabra, pata de cabra. Atónita al principio me quedé mirándolos fíjamente hasta que recordé que a su edad hacía lo mismo, es más, recuerdo cómo los compañeros del aula nos disputábamos el derecho a poder hacer desaparecer cualquier cosa.

Les respondí que, cuando era pequeña, conseguía hacer lo mismo pero que, con el tiempo, el conjuro me había dejado de funcionar. Cuando les dije eso me miraron inquisitoriamente, alentándome a que lo intentara. Cuatro ojitos curiosos me miraban insistentes esperando mi respuesta. Así que, decidida, recité el conjuro de nuevo: abra cadabra, pata de cabra y ¡¡He aquí que, curiosamente, mi casa ya no estaba!!

Ilusionada por ello desde hace cinco minutos no hago más que repetir dicho conjuro insistentemente, con la ilusión de que no me lleguen más facturas. Repito las palabras mágicas cual mantra budista y he de decir que, desde que he empezado, no he recibido ninguna carta de gas, luz o agua. ¿Será cierto que funciona?

La imaginación es la puerta a otro(s) mundo(s), como si fuera la sala de los menesteres de Harry Potter, ya que en ellos guardamos nuestros más profundos deseos y temores. Gracias a ella podemos conseguir que nuestros alumnos se interesen por cualquier materia, conseguir volar, soñar, crear... acercarnos a ellos, entender su mundo y sobre todo no olvidarnos de nuestro lado infantil. Porque, todo sea dicho, muchas veces nos olvidamos que nosotros también hemos hecho desaparecer casas.

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